Sagrado Corazón de Jesús

EL AMOR ES

«Jesús mío, que yo no me olvide de que tienes Corazón». Estas palabras de San Manuel González definen la triste realidad de muchos que se dicen cristianos: nos olvidamos de que Jesús está vivo, es verdadero Hombre y -por lo tanto- tiene un corazón de verdad, humano y sensible como el de cualquiera de nosotros. Un Corazón vivo y palpitante, vulnerable a nuestro amor y a nuestro desamor. Esa es la realidad que creemos, por la que estamos aquí y por la que queremos vivir y morir. Las Samaritanas estamos llamadas a gritar esto y a ayudar a los hombres a concienciarse de esta preciosa verdad: que Él está ahí y tiene Corazón. Y como tal, lo nuestro le afecta… ¡No juguemos con Él! ¡No le maltratemos! ¡No le pongamos triste! ¡No le hagamos daño! Los que no creen, nos podrían mirar sorprendidos y decir: Pero ¿qué clase de Dios tenéis que se le pude hacer daño? ¿No decís que es Todopoderoso? ¿No es Dios? Entonces… ¿cómo le podéis hacer daño? Y ahí solamente podríamos contestar una cosa: «¡¡Cállate!! No se puede comprender con la cabeza. Que nuestro Dios tiene Corazón, solamente se puede comprender desde el corazón. Simplemente mírale: mírale en el Pesebre, en la Cruz, en la Eucaristía… ¡mira cómo nos ama! No hay nada más que explicar». Ese es el testimonio de fe que tenemos que dar, es la Buena Noticia que tenemos que anunciar hasta los confines de la tierra: Jesucristo, el Hijo de Dios, verdadero Hombre, está vivo, ha resucitado y tiene Corazón. ¡Adorémosle!

Consagración al Corazón de Jesús

San Juan Pablo II, 1986

Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos dirigimos a tu Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza. Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las gracias por todo lo que eres y todo lo que haces. Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el amor que has revelado a través de Tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra vida eterna. Reunidos juntos en Tu nombre, que está por encima de todo nombre, nos consagramos a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad. Al consagrarnos a Ti, los fieles (decir el nombre de la persona o del lugar donde se está rezando) renovamos nuestro deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordioso y pleno amor. Señor Jesucristo, Rey de Amor y Príncipe de la Paz, reina en nuestros corazones y en nuestros hogares. Vence todos los poderes del maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón. ¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos! Amén.

Letanías al Corazón de Jesús